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La visión de Cicerón de esta etapa final de la vida del hombre conlleva una incitación a vivirla y a hacerse consciente de sus muchas posibilidades y ventajas. No es precisamente una visión pesimista, quejumbrosa, ni realista a ultranza, sino más bien optimista y animadora. Cicerón expone los cuatro reproches que suelen esgrimirse contra la vejez: a) aparta de la vida activa, b) debilita el cuerpo, c) priva o aleja de casi todos los placeres, y d) es el umbral de la muerte. Y son estos posibles reproches los que el orador Catón irá examinando en detalle e intentando anular con sus argumentos y ejemplos. El mundo clásico grecorromano y el mundo alemán se dan la mano, en una línea de continuidad, y aúnan esfuerzos para hablarnos de la vejez, para tratar de esclarecerla, precisamente en estos tiempos nuestros donde a los ancianos se les silencia o no se les da la voz y la importancia que merecerían, obsesionados como estamos en aparentar salud inquebrantable y una imposible juventud eterna.