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En Mirarse de frente, Gornick convierte el recuerdo de su experiencia como camarera en los Castkills no sólo en una agridulce aproximación al deseo juvenil y los trabajos veraniegos, sino en una indeleble toma de contacto con las desigualdades de clase y de género. Su periplo como profesora visitante por varias universidades estadounidenses le sirve para trazar una maravillosa y tragicómica radiografía del paisaje académico como suplicio para el espíritu: comunidades aisladas, con sus ritos y rencillas, con su peculiar dinámica de soledad y sociabilidad donde el alma se enmohece rodeada de seres sólo en apariencia afines. En estas irresistibles viñetas, Gornick vuelve a ofrecernos la singular mirada – valiente y feroz, empática y siempre de frente– con la que encara el mundo.