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¿Qué tiene el Tercio que enamora y deja una huella imposible de borrar? Sobre todo es el componente humano que lo forma, hombres y, ya, mujeres que dejan todo por servir a una Bandera. Hombres que desde todos los rincones de España y del extranjero acudieron en 1920 a la llamada de Millán-Astray para formar una nueva unidad que ganase una guerra que se estaba perdiendo. Que dejando toda su vida anterior se alistaron allí donde solo se les prometía alcanzar una muerte gloriosa y, muy pocos, lograr el empleo de capitán. Hombres que a los pocos meses de nacer la Legión acudieron a Melilla a salvarla de los rifeños que la asediaban y que con sólo su presencia por las calles melillenses la población se sintió liberada. Hombres que regaron con su sangre las estériles tierras de Ifni y Sáhara. Hombres que abandonaron un territorio donde construyeron cuarteles que eran la admiración de los visitantes y que un día, apretando los puños y con la emoción en sus gargantas, entonaban por última vez sus himnos legionarios y recitaban su Credo. Hombres y mujeres que sintiéndose isleños y majoreros tuvieron que coger de nuevo la mochila, abandonar de nuevo sus cuarteles construidos con sus manos e ir a encontrarse en suelo andaluz con sus hermanos, que ya estaban instalados en la serranía de Ronda. Estos son los hombres y mujeres que unidos por el Credo Legionario forman Banderas. Para su más fácil lectura, Primo Jurado, autor especialista en temas militares y de la Historia de España, ha dividido la obra en dos partes. Una primera donde se habla de la historia de la Legión, que ha regado con su sangre todos los rincones de Marruecos, España y los territorios saharianos. Y en este libro el lector se puede empapar de hechos heroicos y trascendentales para nuestra historia: el desembarco de Alhucemas, la batalla del Ebro, las estepas rusas y los momentos duros de abandonar sus cuarteles de Tauima, Segangan, Villa Sanjurjo, Sidi Buya en El Aaiún o Smara y Villa Cisneros. También se narran momentos duros y difíciles para esta fuerza en los inicios de los años 80, así como su gran y meritoria aportación a las misiones de la ONU, donde una vez más la sangre legionaria bañó las tierras de la ex-Yugoslavia. En una segunda parte se muestra una Legión más humana, que participa activamente en la Semana Santa de los pueblos andaluces, donde el público que rodea a sus imágenes entona con los legionarios esa canción que solo con su arranque ya se forma un nudo en la garganta que apenas deja salir una estrofa. O esa simbiosis con el pueblo cuando el Tercio rondeño organiza la ya mítica prueba de los 101 kilómetros a la que acuden corredores de todos los rincones de España. Y el autor no deja fuera de estas páginas el recuerdo de las canciones legionarias y cómo surgieron, de sus mascotas tan características en las paradas al lado de los gastadores o nos desvela el nacimiento del ya famoso Sábado Legionario, donde se rinden honores a los que nos precedieron tanto en paz como en guerra. Este libro podemos considerarlo como el último homenaje al Tercio de Extranjeros en su centenario, convencidos de que su lectura servirá para conocer a la Legión y, quizás, agudizado por el veneno de la curiosidad, profundizar más intensamente en su centenaria historia y llegar a amarla.